Practicar el ayuno se presenta como una valiosa disciplina espiritual para los cristianos, proporcionándonos la oportunidad de fortalecer nuestro espíritu y estrechar nuestro vínculo con Dios. Al optar por negar algo a nuestro cuerpo, elegimos conscientemente priorizar lo espiritual: nuestra relación con Dios.
La esencia fundamental de la palabra «ayuno» implica la abstención total o parcial de alimentos y/o bebidas durante un período específico. Al decidir embarcarnos en un tiempo de ayuno, comprendemos que, de manera total o parcial, dejaremos de ingerir alimentos o líquidos. Este acto de renuncia física se convierte en un medio a través del cual buscamos un acercamiento más profundo y significativo con lo espiritual, reforzando así nuestra conexión con la divinidad.
¿Cuál debería ser la razón que impulse a practicar el ayuno?
La motivación central detrás del ayuno debe ser la búsqueda de cercanía a Dios, expresando amor, obediencia y sumisión. No debemos designar un día de ayuno con propósitos egoístas o con la expectativa de obtener algo específico de Dios como recompensa.
En Zacarías 7: 1-6 leemos lo siguiente:
1 El 7 de diciembre del cuarto año del reinado del rey Darío, el Señor le dio otro mensaje a Zacarías.
Biblia: Nueva Traducción Viviente
2 El pueblo de Betel había enviado a Sarezer y a Regem-melec, junto con sus asistentes, para buscar el favor del Señor.
3 Les encargaron hacer la siguiente pregunta a los profetas y a los sacerdotes del templo del Señor de los Ejércitos Celestiales: «¿Debemos continuar de luto y ayuno cada verano en el aniversario de la destrucción del templo, como lo hemos estado haciendo durante muchos años?».
4 En respuesta, el Señor de los Ejércitos Celestiales me envió este mensaje:
5 «Diles a tu pueblo y a tus sacerdotes: “Durante estos setenta años de destierro, cuando ayunaban y se vestían de luto en el verano y a comienzos del otoño, ¿hacían los ayunos realmente para mí?
6 Incluso ahora, cuando comen y beben en sus festivales santos, ¿no lo hacen para complacerse a sí mismos?
(Zacarías 7:1-6)
Es fundamental someter a escrutinio nuestros motivos al emprender el ayuno, reconociendo la importancia de una introspección genuina. Dios, como el omnisciente conocedor de nuestros corazones, discernirá si nos abstenemos con motivaciones egoístas o si, verdaderamente, dedicamos el ayuno como una ofrenda sincera, anhelando vivir una experiencia única de su presencia.
El acto de ayunar, más allá de una simple abstención de alimentos, debe convertirse en un momento de profunda humildad y sacrificio ante Dios. Al adoptar esta disciplina espiritual, expresamos no solo nuestra dependencia de Él, sino también el deseo ferviente de experimentar su cercanía de una manera significativa y transformadora. El ayuno, así entendido, se erige como un gesto que proclama la necesidad apremiante de la presencia divina en cada aspecto de nuestras vidas, demostrando la entrega total de nuestro ser ante el Señor.
Viviendo el Ayuno que Honra a Dios: Directrices y Bendiciones
En Isaías 58: 7-11 Leemos:
7 Compartan su comida con los hambrientos
Biblia: Nueva Traducción Viviente
y den refugio a los que no tienen hogar;
denles ropa a quienes la necesiten
y no se escondan de parientes que precisen su ayuda.
8 »Entonces su salvación llegará como el amanecer,
y sus heridas sanarán con rapidez;
su justicia los guiará hacia adelante
y atrás los protegerá la gloria del Señor.
9 Entonces cuando ustedes llamen, el Señor les responderá.
“Sí, aquí estoy”, les contestará enseguida.
»Levanten el pesado yugo de la opresión;
dejen de señalar con el dedo y de esparcir rumores maliciosos.
10 Alimenten a los hambrientos
y ayuden a los que están en apuros.
Entonces su luz resplandecerá desde la oscuridad,
y la oscuridad que los rodea será tan radiante como el mediodía.
11 El Señor los guiará continuamente;
les dará agua cuando tengan sed
y restaurará sus fuerzas.
Serán como un huerto bien regado,
como un manantial que nunca se seca.
El pasaje de Isaías nos proporciona una perspectiva esclarecedora sobre el tipo de ayuno que resulta agradable a Dios. Queda claro que la mera abstinencia de alimentos, sin un propósito espiritual genuino, carece de impacto espiritual significativo. Simplemente dejar de comer o beber no conlleva beneficio alguno si estas acciones no están respaldadas por una sincera búsqueda de alineación con el corazón de Dios.
El regaño divino en los primeros cinco versículos de este capítulo revela una verdad profunda. Aunque Dios reconocía aspectos positivos en el pueblo de Israel, expresaba su descontento con la forma en que llevaban a cabo el ayuno. El acto de abstenerse parecía carecer de significado espiritual genuino, ya que se realizaba con la intención de impresionar a otros. Más aún, la actitud durante el ayuno reflejaba conflictos y rivalidades entre ellos, socavando la esencia misma de la práctica espiritual.
Este pasaje nos insta a ir más allá de las acciones externas del ayuno y nos llama a examinar nuestras motivaciones más profundas. El ayuno agradable a Dios va más allá de la mera privación física; requiere una entrega sincera, un corazón humilde y una dedicación auténtica a la voluntad divina. Es un recordatorio de que la verdadera espiritualidad se manifiesta no solo en lo que hacemos, sino en la integridad de nuestro ser y en la motivación pura y centrada en Dios que impulsa nuestras acciones.
En los versículos que van del 6 al 11, se detalla con precisión el tipo de ayuno que resulta placentero a los ojos de Dios. Este ayuno trasciende la sola privación de alimentos; requiere acciones concretas de justicia y compasión. Es un llamado a romper las cadenas de la injusticia y liberar a los oprimidos, encarnando así la verdadera esencia de la justicia divina.
Este acto de abstinencia, cuando se ejecuta en combinación con acciones que reflejan el cuidado y amor hacia los demás, adquiere un significado más profundo. Compartir el pan con el hambriento y brindar refugio a los desamparados se convierten en expresiones tangibles de la compasión que Dios espera de su pueblo.
La obediencia y la actitud correcta durante este tipo de ayuno no solo traerían consigo la aprobación divina, sino también una serie de bendiciones. La promesa de sanidad resalta como un regalo especial de Dios en respuesta a la práctica de un ayuno alineado con su voluntad. Además, la gloria del Señor acompañaría a aquellos que se comprometieran con este tipo de ayuno, proporcionando cuidado, salud y una riqueza de bendiciones.
El camino trazado por Dios para aquellos que practican este ayuno es de constante guía divina, una provisión que satisface las necesidades en lugares áridos y una fortaleza física que no se agota. En esencia, se vislumbra la promesa de bendiciones inagotables para aquellos que obedecen y ayunan con un corazón verdaderamente comprometido con la justicia y el amor por sus semejantes. Este pasaje resuena como una invitación a vivir no solo en la observancia de rituales, sino en la acción transformadora que refleja la naturaleza misma de Dios.
Cuando dirigimos nuestra atención al pasaje del Sermón del Monte, donde Jesús aborda el tema del ayuno, nos confrontamos nuevamente con la esencial importancia de nuestra actitud en esta práctica espiritual. Jesús destaca que el propósito primordial del ayuno debería ser complacer y obedecer a Dios, señalando así la necesidad de una motivación genuina y centrada en lo divino.
El llamado a la pureza de intenciones resuena claramente en sus palabras. Jesús advierte contra el ayuno con el único fin de obtener reconocimiento externo, desalentando la búsqueda de la admiración de los demás. Este principio trasciende el mero acto físico del ayuno y se sumerge en la esencia de la adoración y la obediencia, resaltando la importancia de cultivar una conexión sincera y auténtica con Dios.
En este contexto, Jesús nos invita a no comprometer la verdadera naturaleza del ayuno mediante la búsqueda de la aprobación humana. Más bien, nos insta a buscar la recompensa y el reconocimiento divino, enfocándonos en la profundidad de nuestra relación con Dios en lugar de buscar la validación terrenal.
Este recordatorio del Maestro nos invita a abrazar el ayuno como un medio para alinearnos con la voluntad de Dios, expresando así nuestra devoción y sometimiento a Su soberanía. En última instancia, el Sermón del Monte nos desafía a mantener una actitud humilde y reverente, reconociendo que el ayuno, cuando se practica con el corazón correcto, se convierte en una expresión sagrada de amor y obediencia a nuestro Creador.
En Mateo 6:16-18 Leemos:
16 »Cuando ayunes, que no sea evidente, porque así hacen los hipócritas; pues tratan de tener una apariencia miserable y andan desarreglados para que la gente los admire por sus ayunos. Les digo la verdad, no recibirán otra recompensa más que esa. 17 Pero tú, cuando ayunes, péinate y lávate la cara. 18 Así, nadie se dará cuenta de que estás ayunando, excepto tu Padre, quien sabe lo que haces en privado; y tu Padre, quien todo lo ve, te recompensará.
Biblia: Nueva Traducción Viviente
Estos versículos nos brindan una perspectiva esclarecedora sobre la práctica del ayuno según las enseñanzas de Jesús, revelando varios puntos de interés:
- «Cuando ayunen»: Jesús, al utilizar esta expresión, da por sentado que el ayuno sería una parte integral de la vida de sus seguidores. Reconoce la importancia cultural del ayuno en su contexto y, en lugar de prohibirlo, les ofrece una guía significativa sobre cómo abordarlo.
- Discreción en el Ayuno: Se destaca la preferencia por la discreción física durante el ayuno. Jesús alienta a sus seguidores a cuidar su apariencia, a arreglarse y a mostrarse animados, evitando que su práctica de ayuno sea evidente ante los demás. Este énfasis sugiere que el ayuno no debería convertirse en una exhibición externa, sino más bien en una experiencia interna y personal.
- Secreto entre Nosotros y Dios: Jesús subraya la naturaleza privada del ayuno al afirmar que debe ser algo entre el individuo y Dios. La intimidad en esta práctica espiritual se ve fortalecida cuando se evita la ostentación ante los demás. El énfasis recae en cultivar una conexión directa con Dios, sin buscar reconocimiento público.
- La Recompensa Divina: Jesús recalca que la recompensa verdaderamente significativa proviene de Dios. Al ayunar con un corazón centrado en Él, la recompensa divina supera cualquier reconocimiento humano. La única validación que debería importarnos proviene de nuestro Padre celestial, lo que destaca la importancia de la motivación y la actitud en nuestra práctica de ayuno.
Estos versículos ofrecen una guía profunda sobre cómo abordar el ayuno de manera significativa, fomentando una práctica basada en la reverencia, la intimidad con Dios y la búsqueda sincera de Su aprobación.
¿Es Obligatorio Ayunar?
La cuestión de si el ayuno es obligatorio se conecta directamente con las directrices establecidas por Dios en el Antiguo Testamento. La única instancia específica de un ayuno mandado por Dios como una ley se encuentra en el contexto del Día de Expiación, según se describe en Levítico 16:29-31. En esta ocasión, el pueblo de Dios tenía la responsabilidad de observar un día completo de ayuno, que coincidía con el día de reposo, con el propósito de purificar sus pecados.
Este ayuno ritual era una práctica designada y requería la abstinencia total de alimentos como parte integral del proceso de expiación. La ceremonia incluía el sacrificio de un macho cabrío, seleccionado entre dos, que simbólicamente cargaba con los pecados del pueblo. Este acto representaba la purificación y reconciliación del pueblo con Dios.
Sin embargo, es esencial destacar que, aunque este ayuno específico estaba establecido como una obligación en el contexto del Día de Expiación, no se generaliza como una práctica mandatoria en otros momentos o circunstancias en la Escritura. El ayuno, en términos generales, no se presenta como una obligación universal en el Antiguo Testamento, sino más bien como una práctica espiritual que el pueblo podía elegir llevar a cabo en diversas situaciones, como muestra de arrepentimiento, búsqueda de orientación divina o adoración sincera.
En el Nuevo Testamento, mientras Jesús no establece el ayuno como una ley rígida, sí ofrece instrucciones y reflexiones sobre cómo practicar esta disciplina espiritual de manera significativa y sincera. La libertad en el Nuevo Testamento permite a los creyentes participar en el ayuno como una expresión personal de devoción, pero sin la carga de la obligación legal.
La gracia redentora de Jesús, manifestada a través de su sacrificio perfecto en la cruz, constituye la base de nuestro perdón y purificación. Este acto sublime, donde Jesús se convierte en el Cordero sin mancha, nos otorga la oportunidad de recibir la remisión de nuestros pecados. Al aceptar conscientemente este sacrificio como válido para nosotros, reconocemos nuestra condición pecaminosa y comprendemos que solo a través de Jesús somos perdonados y declarados limpios.
En este contexto de redención, el ayuno ya no se presenta como una imposición legalista. Siendo hijos de Dios, la práctica del ayuno no es una obligación impuesta sobre nosotros. En lugar de un mandato externo, surge como una expresión libre y personal de nuestra relación con Dios. La decisión de ayunar se convierte en un acto guiado por la búsqueda de dirección divina en las diversas circunstancias de nuestras vidas. En sintonía con el Padre celestial, discernimos si la ocasión demanda un período de ayuno.
Un pasaje que ilustra esta dinámica se encuentra en Mateo 9:14-17, donde los discípulos de Juan el Bautista plantean a Jesús una pregunta intrigante sobre el ayuno. Este episodio nos revela la enseñanza de Jesús sobre la flexibilidad y la libertad en la práctica del ayuno, subrayando que esta disciplina espiritual debe fluir de una conexión genuina con Dios, en lugar de ser impuesta por reglas rígidas.
La gracia que hemos recibido a través de Jesús no solo nos libera del peso de la condena, sino que también nos invita a una relación íntima con Dios. En este contexto de gracia y libertad, el ayuno se convierte en una expresión voluntaria de nuestra devoción y búsqueda de la voluntad divina, más que un deber impuesto. La clave radica en seguir el liderazgo del Espíritu Santo en nuestras vidas y permitir que Él dirija nuestras decisiones relacionadas con el ayuno.
Mateo 9:14-17
14 Un día los discípulos de Juan el Bautista se acercaron a Jesús y le preguntaron:
Biblia: Nueva Traducción Viviente
—¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacemos nosotros y los fariseos?
15 Jesús respondió:
—¿Acaso los invitados de una boda están de luto mientras festejan con el novio? Por supuesto que no, pero un día el novio será llevado, y entonces sí ayunarán.
16 »Además, ¿a quién se le ocurriría remendar una prenda vieja con tela nueva? Pues el remiendo nuevo encogería y se desprendería de la tela vieja, lo cual dejaría una rotura aún mayor que la anterior.
17 »Y nadie pone vino nuevo en cueros viejos. Pues los cueros viejos se reventarían por la presión y el vino se derramaría, y los cueros quedarían arruinados. El vino nuevo se guarda en cueros nuevos para preservar a ambos.
¡Fascinante reflexión! Jesús mismo experimentó un ayuno significativo durante 40 días y noches antes de iniciar su ministerio, como relata el Evangelio de Mateo en el capítulo 4. Aunque Jesús no imponía el ayuno como un mandato para sus discípulos, algo que sí hacían los fariseos y Juan el Bautista, sus enseñanzas revelaron una comprensión profunda del propósito y el tiempo apropiado para esta práctica espiritual.
En su explicación, Jesús utiliza la metáfora del novio y la fiesta de bodas para ilustrar que, mientras él, como el novio, estaba presente, no era el momento adecuado para que sus seguidores ayunaran. No obstante, anticipa un tiempo futuro cuando, en su ausencia física, ayunarían como una expresión de espera y anhelo por su retorno.
La distinción crucial que Jesús establece es entre la antigua ley representada por odres viejos y el nuevo pacto inaugurado por su sacrificio, simbolizado como vino nuevo. Su venida trajo consigo una nueva dinámica espiritual: el perdón de pecados y la vida eterna a través de la gracia. Este cambio transformador altera la forma en que las prácticas espirituales, incluido el ayuno, se llevan a cabo. De un acto impuesto por la ley, el ayuno se convierte en una expresión de amor y gratitud al Padre, manifestando un anhelo genuino por disfrutar de su presencia y cercanía.
La invitación a acercarse más a Dios a través del ayuno se presenta como una opción valiosa, especialmente en momentos de búsqueda de dirección, desafíos o el anhelo de una mayor intimidad con Dios. La importancia de discernir si el ayuno es la voluntad divina y de buscar orientación médica para realizarlo de manera saludable resalta como un enfoque equilibrado y responsable.
En última instancia, la idea de que el Padre celestial anhela nuestra cercanía y nunca rechaza a aquellos que lo buscan se convierte en un recordatorio alentador. El ayuno, cuando se realiza en el tiempo y la motivación correctos, se convierte en una herramienta valiosa para profundizar nuestra conexión con Dios y expresar nuestra dependencia y devoción hacia Él.